Cada vez tenemos todos mayor conciencia medioambiental, y nos preocupa no sólo qué productos compramos sino también dónde y cómo lo hacemos. Hasta ahora la responsabilidad de los retailers en esta área se limitaba a poco más que gestionar las bolsas de la compra.
Desde hace unos meses, no obstante, la presión mediática sobre consumidores y empresas cada vez es mayor, y también los puntos de venta deben asumir su parte de responsabilidad en ello.
Un informe realizado por mis compañeros de la División Consulting de Kantar revela el elevado coste medioambiental de la última fase de la distribución de los productos, no sólo por las emisiones del transporte, sino también en términos de iluminación y refrigeración, seguramente poco visibles para el comprador final.
Sin embargo, en esta última fase, sí se hace patente el esfuerzo de algunos retailers por un mundo más sostenible, y es en la reducción del consumo de plástico en los embalajes y en la disminución del desperdicio de los alimentos. Mucho se ha hablado ya del plástico pero menos del “reciclado” de alimentos.
Tesco en Reino Unido es una de las empresas pioneras en este sentido, anunciando en 2018 una reducción del 17 % de los residuos de alimentos en sus operaciones, redistribuyendo un 63 % más de alimentos entre compañeros, organizaciones benéficas y comunidades.
En España, la cadena Dia también ha comenzado a trabajar en este área y, asociada con el especialista en tecnología Wasteless en una tienda de Madrid, ha conseguido una reducción de residuos de alimentos del 33 % y un aumento de los ingresos del 6,3 %.
Los retailers se ponen las pilas, pero la última palabra la tienen los consumidores, ya que en la mayoría de los casos, ser sostenibles significa precios más elevados o sacrificios en comodidad.
Según un reciente estudio al que también hacen referencia desde Consulting Division de Kantar: El 23 % de los millennials están dispuestos a pagar un poco más por productos de origen sostenible; el 27 % por productos hechos de materiales orgánicos y el 31 % por productos con un menor impacto ambiental. Si bien estas cifras son prometedoras, sugieren que los consumidores aún no están preparados para aceptar el elevado precio que una cadena de valor sostenible confiere a los productos finales.
Pero como comentábamos al principio del post, hay otras iniciativas que tienen que ver con la sostenibilidad y de las que se ha hablado poco: la venta a precios bajos de productos cercanos a la caducidad o el “reciclado” de los alimentos, un aspecto que colabora en la reducción de la huella de carbono y lo hace beneficiando el bolsillo de los compradores, como hace Finlandia con su Happy Hour:

Fuente de la imagen: https://www.facebook.com/foroeconomicomundial/videos/2565896150402963/
Hace unos meses, pensar en ir a comprar al super con el tupper podría parecernos ciertamente exagerado, pero... ¡antes de que nos demos cuenta nos parecerá raro no hacerlo!